jueves, 29 de septiembre de 2011

Eutanasia, el derecho a morir



“El dolor es para la humanidad un tirano más terrible que la misma muerte.”
Albert Schweitzer


El vocablo Eutanasia, procede de la unión de los términos griegos Eu (Buena)y  Thanatos (muerte) y  viene a referirnos toda acción destinada a acabar con la vida de un enfermo terminal, evitándole un final prolongado y doloroso o a aquellos enfermos para los que la medicina no ha encontrado solución a sus dolencias y estas los han despojado de cualquier mínimo de calidad de vida, (tetraplejía, o cáncer en fase terminal, por ejemplo) .

La Eutanasia no es algo moderno, fruto de esta sociedad o de una cultura occidental. Ya en la antigua Grecia se practicaba, como algo natural y unido a la fragilidad de la vida. Entonces, si no es algo nuevo, ¿por qué en todos estos siglos, milenios, si cabe, la humanidad no ha podido ponerse de acuerdo sobre ella? ¿Por qué desde el inicio de la civilización occidental no hemos podido  llegar a un punto de consenso en algo tan simple como evitar el sufrimiento a un ser humano? Tal vez el motivo principal estribe en las creencias religiosas y las diferentes concepciones  de quién es el  creador de  la vida y, por tanto, quién es el dueño es el dueño de la misma. y tal vez, porque los poderes religiosos, desde siempre han intentado mantener el poder, desde  la imposición de sus dogmas.

Si partimos de la premisa de que sólo el dueño de algo puede hacer uso de  ello y, por tanto,  quedárselo, venderlo, regalarlo o arrojarlo a la basura. ¿Quién es el dueño de la vida de un ser humano?. ¿Es el propio individuo? ¿es el Creador Supremo?. Ahí está el nudo gordiano de este asunto y el motivo por el que la humanidad no se pone, ni se pondrá de acuerdo sobre esta cuestión.

Los no  creyentes proclaman que el hombre no sólo es dueño de sus actos y de su dignidad; sino también de lo más preciado que tiene: La vida. Y que, como dueño de la misma, puede disponer de ella, a su libre albedrío, con la única premisa de no interferir negativamente en la de los demás. La Eutanasia se convierte, por tanto, para los no creyentes, en casi un deber de auxilio y solidaridad entre los seres humanos. Por qué prolongar la vida si, o bien no se tienen esperanzas y sólo se provocará dilatarla inútilmente, aumentando el sufrimiento y dolor del enfermo?  En base a qué principios morales se puede ir en contra de la propia voluntad del individuo, anteponiendo unos principios religiosos que deben quedar en el ámbito de la voluntariedad?

Por el contrario, los creyentes en alguna de las grandes religiones monoteístas, predican que Dios es el que te da la vida y, en consecuencia, el único valedor para arrebatarla. Y es una opinión respetable, porque la religión es algo voluntario, una opción de vida personal que hay que defender pero que nunca debemos olvidar, como contraprestación que esa opcionalidad  no se puede imponer al resto de un colectivo y cuando se hace lo llamamos dictadura o fanatismo dogmático; cuando los principios religiosos se anteponen a los derechos individuales de los ciudadanos, o las leyes que los rigen se ven influenciadas por dogmas y creencias religiosas, estaríamos ante una clara violación uno de los tres grandes principios de la humanidad: La libertad .

La posición actual de la iglesia católica se ve reflejada en la carta que extracto a continuación, de su máximo representante, el Sumo Pontífice. Expongo sólo el texto en sí, sin entrar a valorar la doble moral de la Iglesia Católica en este tema, así como en otros; doble moral que sería, sin lugar a dudas, motivo de otra plancha:
“…No todos los asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia.""
Tercer punto de la carta de J. Ratzinger, al cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington DC.

“…la libertad de vivir, pero y la libertad madre, la libertad de morir?” Jarcha en el disco Libertad sin Ira.

La Constitución Española garantiza la laicidad de los poderes públicos y por tanto, las leyes que emanen del poder legislativo deberían verse limpias de toda influencia religiosa, ya que la religión, como he mantenido anteriormente, es una opción individual que no puede imponerse a la totalidad de la ciudadanía.

Si una persona considera que, por sus creencias religiosas, no puede poner fin a su vida, debemos respetar su voluntad y hasta defenderla por encima de todo,  Pero no debemos aceptar que las creencias de unos perjudiquen o invadan  la libertad de otros. Y más aun si se ha firmado un “testamento vital”, libremente y sin coacciones por el que se manifiesta que , en caso de enfermedad no reversible que con lleva irremediablemente a la muerte del organismo, no se desea que su vida sea mantenida artificialmente contra su voluntad. Y los poderes públicos deben garantizar, por encima de todo que las libertades de unos, predominen sobre las del resto de los ciudadanos.

Esa garantía debe verse reflejada en leyes que despenalicen la Eutanasia, regulando, eso sí, las condiciones de la misma para que la libertad de morir no se vea transformada en libertad de matar. A mi entender esos principios reguladores deberían ser:
·       Que se padezca una enfermedad incurable que menoscabe considerablemente la calidad de vida del enfermo, llevándolo a una muerte rápida.
·       Para enfermos en coma cerebral irreversible por un período largo, mantenidos vivos artificialmente y sin esperanza médica. Siempre bajo consentimiento de sus familiares directos (padres, hijos, cónyuge)
·       Cuando previamente la persona lo ha manifestado voluntariamente con la firma de un “testamento vital” y se dan las condiciones de padecer un mal irreversible que o bien lo lleva rápida e inexorablemente a la muerte, bajo condiciones que menoscaban su dignidad humana por los dolores sin paliativos, o bien su mal no le permite llevar una vida independiente y digna y considera que no merece la pena prolongar su sufrimiento moral (tetraplejía, por ejemplo).
·       Que un tribunal médico de ética así lo decida, junto a la familia.

Es obvio decir que toda práctica de eutanasia debe ser llevada a cabo por personal médico y de la manera que el enfermo, en compañía de seres queridos, haga su último viaje con el menor sufrimiento posible.

Nos falta mucho camino que recorrer para llegar a la libertad de vivir y no mucho menos para alcanzar la, tan ansiada  libertad de morir.

© Texto  Eduardo Romera

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