Cada vez que te marchas muero y callo
y me quedo cadáver, blanco y mudo.
Cada vez que te alejas me desnudo
en el frío recuerdo de tu lado.
En el viento que empujas tan helado
frío aliento, caigo y me hago tuyo,
que me espera la muerte contra el muro
o a la puerta de un verso equivocado.
Me derramo en abrazo tuyo y mío
y en la mano blanca que ara
este campo reseco de mi vida.
Qué cadáver me siento y qué vacío
a la espera celeste de tu cara
y a la espiga quebrada de tu risa.
© Texto y foto
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